¿Has pensando siempre en escribir una novela? ¿Tienes la historia en tu cabeza, la trama, el argumento de la misma pero algo falla? ¿No tienes claro el eje principal de la historia con tu protagonista? No te preocupes, desde Círculo Rojo te ayudamos a elaborarlo.
Una historia no tendría el mismo valor si no tuviera un personaje que orquestara la misma. Es cierto que, cuando la historia la cuenta un personaje hace que empatices con lo que se cuenta y haga que te adentres más en la trama. Hay veces que más que la historia, es el personaje en sí quien te acaba enganchando puesto que cobra vida propia. Puedes palpar la profundidad del mismo. Por lo que es muy importante el desarrollo del eje principal de tu historia para el buen funcionamiento de la misma.
Para empezar a escribir antes de comenzar incluso la misma historia, es elaborar una ficha con tu personaje. Debes conocerle totalmente más que con un simple nombre o “función” en la historia. Debes escribir sobre sus gustos, edad, dónde vive, en qué trabaja, cuáles son sus motivaciones, qué le da miedo a quién ama. Debes incluso de realizar una ficha de su aspecto físico: alto, bajo, ojos verdes o marrones, pelo rubio o calvo, cuántos más datos mucho mejor. Tienes que conocerle y saber cómo reaccionaría antes determinadas situaciones aunque, (a veces incluso), no sabrás ni siquiera cómo reaccionará antes algunas situaciones. En el momento en el que sientas que el personaje va tomando sus propias decisiones te habrás dado cuenta de que al final el mero espectador eres tú.
Es sencillo y difícil a la vez. Normalmente, uno comienza a escribir a partir de lo que conoce y nos solemos fijar en lo que tenemos alrededor o bien en lo que nos gustaría tener (aunque suele ser la primera la que solemos utilizar para inspirarnos). Puedes escribir sobre algún hermano, primo, amiga, madre o abuelo. Puedes escribir no sobre ellos en sí, sino coger un ingrediente de cada uno. El coraje de tu madre, la valentía de tu hermano, la sensibilidad de tu amiga o la sabiduría de tu abuelo. Coge defectos o maneras de ser. Selecciona frases, obtén momentos vividos y transfórmalos. Básate en aquellos personajes a los que admiras a lo mejor de una película o un libro, pero no copies el mismo sino rescata la esencia y dale forma. Una vez obtengas ese personaje verás como va desarrollándose a lo largo de la trama.
La historia puede estar muy bien narrada pero cuando el narrador pierda su omnipresencia y cede el testigo a la primera persona del protagonista debemos de ser uno solo. No vale actuar de narrador y personaje, debemos de mimetizarnos y fusionarnos con el mismo como si fuéramos nosotros mismos y la historia el diario de nuestras vivencias. Ahí tienes la clave. Si la historia no la narramos en primera persona y son más los personajes que pueblan el mundo de la novela debes de interactuar con todos y que no haya conflicto de intereses entre los personajes, tienes que mantener la paz y armonía entre todos ellos.
Una vez que tengas la línea de la historia confeccionada y desarrollado tu personaje solo faltará soltarlo entre las líneas de tu historia y dejarlo fluir. Empieza con un hecho en el que tu personaje se presente por sí mismo. Algún golpe de su personalidad (o falta de la misma) puede ser interesante para que el lector se enganche al comienzo aunque sea solo en el mero hecho de saber cuál será el siguiente paso de tu personaje. Porque al igual que el lector seguro que tú tampoco lo sabes, y eso hará que te enganches más al personaje.