El editor de nuestro sello Guante Blanco, Óscar Fábrega, colabora habitualmente con revistas y medios de comunicación recuperando curiosidades sobre personajes extravagantes y extraños.
A mediados de abril de 1973, los caseros de un apartamento de Chicago entraron a su propiedad tras enterarse de la muerte de su inquilino. Se encontraron con algo tan inesperado como maravilloso: una habitación repleta de escritos y pinturas extrañísimas que durante décadas había acumulado el fallecido arrendatario, un vagabundo llamado Henry Darger, todo un Homo insolitus que merece la pena conocer.
Lo malo es que conocemos poquísimo sobre su vida. Nació en 1892, aunque el lugar se desconoce. Brasil, dicen algunos. Su familia debió tener graves problemas económicos, ya que su hermana menor fue entregada en adopción nada más nacer, en un parto en el que además falleció su madre. El propio Henry fue internado en un orfanato católico unos años después, en 1900, ya que su padre, sastre de profesión, tenía una enfermedad mental y no podía hacerse cargo de él.
Con el tiempo comenzó a mostrar graves problemas de comportamiento y atención, así que terminó siendo ingresado en el Lincoln Asylum, un manicomio de Chicago, donde permaneció hasta que a los dieciséis años consiguió escapar. Pero, cuando regresó a casa, comprobó que su padre había fallecido tres años antes. Estaba en la calle. Y allí vivió durante años, trabajando en lo que podía, buscándose la vida.
A principios de los años treinta se instaló en la habitación 851 del W. Webster Avenue, del North Side de Chicago, donde pasaría el resto de su vida, recluido y aislado. Solo salía al exterior para ir a misa, cinco veces al día, y para recoger periódicos y revistas de la basura. La única interrelación que tenía con los demás humanos era para hablar sobre el clima.
Cuarenta años más tarde, el 13 de abril de 1973, falleció, solo e inmundo, en un hospital de Chicago.
Fue en este preciso momento cuando comenzó esta alucinante historia: su casero, un conocido fotógrafo llamado Nathan Lerner, al abrir la habitación, descubrió un cuarto atiborrado de periódicos y revistas antiguas, libros recortados, basura acumulada y, lo más desconcertante de todo, unas enormes acuarelas que repetían un motivo de lo más perturbador: imágenes de niñas desnudas con alas de mariposa perseguidas por soldados armados con bayonetas. Y no solo eso. Entre toda aquella marabunta apareció un enorme libro, de 15.154 páginas, que se complementaba con las citadas acuarelas. El título era de lo más extraño: The story of the Vivians girls, in what is known as the Realms of the Unreal, of the Glandeco-Angelinian War Storm, caused by the Child Slave Rebellion («La historia de las niñas Vivians, en lo que se conoce como los reinos de los Irreal, sobre la guerra-tormenta glandeco-angelicana, causada por la Rebelión de los Niños Esclavos»). Ahí queda eso.
El desconcertante libro contaba la historia de un gigantesco planeta, alrededor del cual orbita el nuestro, habitado por cristianos, principalmente católicos. Las niñas Vivians eran las siete princesas hermafroditas de la Cristiana Nación de Abbiennia, hijas de Robert Vivian, el antiguo monarca, que encabezaron una cruenta rebelión contra el régimen de esclavitud infantil impuesto por los Glandelinianos (con un increíble parecido a los soldados confederados de la Guerra Civil Americana), que estaban empeñados en someterlas. Así, con la ayuda de las princesas, los niños esclavos se levantaron en armas contra los tiranos torturadores y asesinos.
Darger, curiosamente, dejó dos finales: en uno vencían los niños y en el otro los tiranos.
En el libro, y en sus pinturas, mostraba sin reparo a muchas niñas total o parcialmente desnudas, aunque casi siempre con órganos sexuales masculinos. Algunos estudiosos han planteado que esto se debía a que Darger nunca había tenido relaciones sexuales, posiblemente por temor a copular con su hermana pequeña, dada en adopción nada más nacer, y que por eso no sabía bien como era el aparato sexual femenino. Otros, en cambio, plantean que se trataba de algún tipo de perversión sexual extraña, o que el diminuto pene de las niñas estaba inspirado en el Niño Jesús que veía en sus diarias visitas a la iglesia…
Además, en sus acuarelas se mostraban escenas de una violencia inusitada y bastante explícita. Hay batallas, peleas, escabrosas torturas, empalamientos y vísceras al descubierto. Quizás se trataba de una manifestación de sus violentas pulsiones subconscientes. O igual expresaba así sus traumas de juventud en orfanatos y psiquiátricos. O ambas cosas.
Eso sí, todo parece indicar que la gestación de esta obra tuvo como inspiradora a una niña de cinco años, Elsie Paroubek, que fue estrangulada en Chicago en el año 1911. Darger guardó durante años un recorte de la fotografía de la niña que apareció en el Chicago Daily News, y se sabe que se la enseñaba a la gente por la calle, aunque terminó perdiéndola. De ahí que, según algunos, se decidiese a escribir y dibujar su monumental obra, incorporando a la niña asesinada como Annie Aronburg, la líder de la primera rebelión de los niños esclavos…
Su biógrafo oficial, el historiador de arte y psicoterapeuta canadiense John McGregor, que durante años estudió su vida y su arte, especula en la obra Henry J. Darger: in the Realms of Unreal (2002) que Darger era un asesino en serie en potencia, llegando a insinuar que quizás fue el asesino de la pequeña. No parece probable, pero por fechas es posible. Además, el crimen nunca se resolvió.
Pero aún hay más: en aquel apartamento atiborrado y extraño, se encontraron otras obras suyas. En una de ellas, The history of my life, terminada en 1968, dedica 206 paginas a contar su propia vida, y las 4.600 restantes a contar un surrealista relato de un tornado que destruye un pueblo entero ―McGregor plantea que, siendo un niño, presenció, precisamente, la destrucción de un pueblo llamado Countrybrown, donde estuvo un tiempo, por un tornado―. Quizás esto explique otro de aquellos libros, The book of weather reports, una recopilación de los partes meteorológicos de Chicago durante diez años llena de comentarios críticos dirigidos a los hombres del tiempo… Por último, escribió una segunda obra de ficción llamada Crazy House: Further Adventures en Chicago, una especie de secuela de The story of the Vivians girls.
Fue enterrado en el cementerio de All Saints, en Des Plaines (Illinois). En su lápida pone: «Artista y protector de niños».