Editorial Circulo Rojo, 20 de marzo de 2018
Hacer un libro
Un autor quiere publicar un libro y busca en Google las distintas opciones. Como desconoce el sector, se decanta por una de las empresas que encuentra, sin comparar. Lo hace porque lee que tiene muchos años de experiencia, más que los que tiene de vida la propia empresa, aunque no lo comprueba. Ni siquiera sabe qué es un ISBN. Como tampoco sabe que hoy en día se puede comprar cualquier cosa en internet, desde una máquina para adelgazar hasta un ranking en el que alguien, previo pago de un par de miles de euros, puede decir que eres el mejor y desprestigiar sin escrúpulos a tu competencia. Aunque hay algo que este escritor sí que sabe, y es el significado de una corrección. Se la habían prometido de forma gratuita, a pesar del coste que conlleva que la realicen profesionales (estas tarifas las podemos encontrar en la web de la Unión de Correctores) y todo pintaba muy bien.
La sorpresa viene cuando recibe los libros. No estaban bien corregidos, quizá debió comprobar con un profesional lo que implica una corrección. De hecho, esa misma palabra, “corrección”, como si se tratase de una macabra broma, aparecía sin tilde en su propio libro. Concretamente en la página que coloca la editorial. Cuando pregunta por sus canales de venta descubre que tardan un poco más de lo estipulado, el tiempo suficiente para encontrar, en internet, una página a la que todo el mundo tiene acceso y que da de alta los libros en los mismos canales de venta que la editorial le ofreció. Gratis. Aunque no puede consultar si sus ventas son reales o no. En su editorial tampoco. Y esto es solo el principio, muy a su pesar. Ahora reza porque esa editorial no desaparezca tal y como surgió, de la nada, y quede desamparado. Cada vez que llama encuentra largas, ambiguas contestaciones, y ve que no hay vuelta atrás. Se acuerda de comparar, y es cuando encuentra que la autoedición está girando y que tanto él como su libro van a quedar fuera de los grandes canales de distribución.
Y es que hacer un libro no es fácil. Ni rápido. Ni puede hacerlo todo el mundo. Por todos es sabido que el sector editorial ha cambiado en los últimos 10 años con la revolución de la autoedición. Aún recuerdo el día, allá por la primavera de 2008, en el que registré, como Alberto Cerezuela, el ISBN del libro El último arévaco, de Salvador Gómez Mena. Mezcla de locura e inocencia, me embarqué en una aventura que jamás pensé que daría para tanto. En aquel momento, la autoedición apenas existía, y lo poco que había estaba anticuado. Ese fue el secreto de Círculo Rojo, la profesionalización del sector, y desde entonces se abrió un nuevo panorama ante todo aquel que quisiera publicar un libro.
Al principio todo eran barreras. «No queremos libros autoeditados, son los que las editoriales rechazan». Ni siquiera las distribuidoras querían oír hablar de autoedición. Y era lógico, porque los servicios que este sector ofrecía eran los de imprenta: no había selección, se publicaba todo lo que llegaba, no se corregían.
A medida que íbamos creciendo, y pasaban los años, muchos quisieron subirse al carro al ver nicho de mercado, cuando el camino ya estaba allanado, cuando las librerías aceptaban los títulos de los autores que empezaban y cuando las grandes editoriales dejaban atrás sus campañas de desprestigio. De repente, afloraron muchas empresas de autopublicación de libros. La mayoría eran autores que publicaban e intentaban copiar las ideas de la editorial que les había dado su primera oportunidad; maquetadores/diseñadores que “salían” de editoriales, o simplemente personas que querían abrirse camino en la literatura y veían en esto la forma más rápida de hacerlo. De ahí que hasta 2015 solo hubiera una editorial de autoedición en Almería y que en 2018 tengamos más de diez. O que, actualmente, haya más de 800 editoriales de autoedición. Entonces, la gran pregunta es… ¿Qué está ocurriendo? ¿Cómo hacer para distinguir el grano de la paja? ¿Cómo evitar sucumbir ante los cantos de sirena?
La respuesta es muy sencilla, basta con comprobar quién hay detrás de esas editoriales, qué recorrido pueden dar a tu libro y qué solvencia/garantía pueden ofrecerte. Y, lógicamente, todos esos valores diferenciadores tienen un coste. ¿Cuál es el precio de publicar con una editorial que tiene dos personas pendientes de lo que se publica? ¿O que lleve a sus autores a que firmen ejemplares a las ferias del libro más importantes de España? ¿Qué cuesta publicar con una editorial que recomiendan Christian Gálvez, Iker Jiménez o Javier Sierra? ¿Tiene precio la transparencia de disponer de una plataforma para ver desde casa las ventas reales que tiene un libro y poder cobrar el beneficio? ¿Cuánto puede valer que la distribuidora que mueve los libros de Editorial Planeta y McGraw Hill, que es Logista Libros, tenga disponibles los libros de tu editorial, en exclusiva dentro de la autoedición? Por no hablar del respaldo de 20 profesionales, cada uno con formación en su sector, que están pendientes de tu libro.
¿Y qué me dices de poder vivir una noche mágica donde podrás recibir un galardón como homenaje a tu trabajo? Si pudiéramos cuantificar en dinero lo que cuesta todo eso, seguramente no se podría publicar un libro.
Tuve la oportunidad de advertir, a través de este mismo medio, del cambio que se estaba produciendo en la autoedición desde 2016 y de que muchos autores se quedarían fuera si no tomaban la decisión correcta. El día ha llegado. Empieza la cuenta atrás.
No sé qué deparará el futuro de la edición de libros, pero lo que es seguro es que estaremos ahí, como siempre hemos estado, contra viento y marea, siendo el blanco fácil. Antes las críticas venían de las grandes editoriales, pero ahora que también han entrado en la autoedición, la guerra la inician los que, anclados en el sistema tradicional, han visto desaparecer sus nombres de las listas de los más vendidos, o quienes buscan hacer negocio a costa de las ilusiones de los demás. Indaga, pregunta, consulta… Es posible que hasta encuentres editores con faltas de ortografía. No juegues con tu libro, con tus ilusiones, con tus sueños. Valora tu trabajo y busca siempre la dignidad.
Alberto Cerezuela