Editorial Circulo Rojo, 13 de noviembre de 2018

Escritores y perros

Hace poco publicamos un post en nuestro blog sobre la relación entre los gatos y los escritores. Desde entonces nos han llegado muchos mensajes pidiéndonos algo similar sobre perros. Aquí lo tienes:

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Elizabeth Barrett Browning, uno de los iconos de la época victoriana gracias a sus poemas, tenía un cocker spaniel pelirrojo que recibía el nombre de Flush. Es curioso que la mismísima Virginia Woolf hiciera a este perro protagonista de un libro llamado igual, Flush, donde el can intentaba describir el mundo a través de su propia óptica.

 

El escocés Lord Byron, a quien ya mencionamos en nuestro post sobre gatos, también tenía perros, y se le recuerda uno en especial: Contramaestre. Cuenta la leyenda que en un viaje, el perro se precipitó por la borda de un barco y Lord Byron se arrojó al mar para rescatarlo. Cuando el perro falleció a causa de la rabia, el escritor lo enterró en una capilla bajo un epitafio escrito por él mismo: “Cerca de este lugar yacen los restos de quien poseía belleza sin vanidad, fuerza sin insolencia, coraje sin ferocidad y todas las virtudes del hombre sin sus vicios”.

 

Agatha Christie de nuevo vuelve a ser protagonista de una de nuestras entradas ya que tenía un perro llamado Bingo al que inmortalizó en multitud de fotografías. El animal le acompañaba siempre, incluso cuando escribía.

 

José Saramago, Premio Nobel de Literatura en 1998, se basó en su propio perro, Cameons, para crear a “Encontrado”, el can protagonista de su novela “La caverna”.

 

“Recoges a un perro que anda muerto de hambre, lo engordas y no te morderá. Esa es la diferencia más notable entre un perro y un hombre”. Esta frase es del mismísimo Mark Twain, autor de “Huckleberry Finn” y “El Príncipe y el Mendigo”, entre otros. Seguramente la dijo pensando en su propio perro, del que apenas se separaba.

 

Quien también inmortalizó a su perro con unas letras fue Miguel de Unamuno, que dedicó a su mascota Remo este singular poema:

 

¿No es acaso mi dios que al mirarme

desde lo hondo del alma de Remo

con la cruz de la carne me hostiga mi eterno deseo?

Cuando pone en mi pecho sus patas

Y en mis ojos sus ojos el perro

¡Dios mío, Dios mío, por qué me has dejado!

Clamó el nazareno.

 

Pío Baroja es otro de los escritores a quienes se les conoce perro (“Thor”, a quien sacrificó él mismo tras descubrir que enfermó de rabia).

 

En Editorial Círculo Rojo tenemos infinidad de libros publicados cuyos protagonistas son los perros. Basta con mirar nuestro catálogo para elegir el que más te guste, o pedir opiniones entre nuestros lectores. No queremos despedir este post sin un maravilloso poema dedicado a los perros, de Manuel Benítez Cordero:

 

La pata coja colgando
Como una inútil piltrafa
Pasó un perro por mi lado.
Un perro de pobre casta
Uno de esos, callejeros
Pobre de sangre y de estampa.

Nacen en cualquier lugar
De perras tristes y flacas
Destinados a comer basuras
De plaza en plaza.

Si pequeños por el que
Fino y ágil de la infancia
Baloncitos de peluche
Tibios borlones de lana
Los miman, los acurrucan
Los sacan al sol, les cantan
De mayores por el que:
“¡Ay, como se les fue la gracia!”
Los dejan a su ventura
Mendigos de plaza en plaza
Sus hambres por los rincones
Y su sed sobre las charcas.

Y que tristes ojos tienen
Que recóndita mirada
Como si en ella pusieran su dolor
A media asta.
Y se mueren de tristeza
A la sombra de una tapia
Si es que un lazo no les da
Una muerte anticipada.

Yo lo llamo
Todo orejas asustadas
Todo hociquito curioso
Todo sed, hambre, nostalgia
El perro escucha mi voz
Olfatea mis palabras
Como esperando… o temiendo
Pan, caricias o pedradas
No en vano lleva
Un mal recuerdo en su pata.

Lo vuelvo a llamar
Dócil a medias avanza
Moviendo el rabo con miedo
Y las orejitas gachas.

Chasco los dedos y digo:
“Vamos ven aquí, no te hare nada
Vamos, vamos”
Y adiós la desconfianza
Que ya se tiende a mis pies
A tiernos aullidos canta
Ladra para hablar mas fuerte
Salta, ladra, gira, ríe
Canta, ríe, ríe, llora
Y el rabo es un abanico de palabras
Es tan grande su alegría
Que más que hablarme,
Me canta.

“¿Qué piedra te dejó cojo?
Si, si! Mal halla, mal halla”
El perro me entiende
Sabe que mal digo la pedrada
Aquella pedrada dura que
Le destrozo la pata
Y el con el rabo, me está
Agradeciendo la lástima.

“Pero tú no te preocupes
Ya no ha de faltarte nada
Yo también soy callejero
Y aunque de distintas plazas
Y a patita coja y triste
Voy de plaza en plaza
Las piedras que me tiraron
Me dejaron coja el alma
Entre basuras de tierra
Tengo mi pan y mi almohada”.

“Vamos pues, vamos pues
Perrito mío…
Vamos pues… anda que te anda
Con nuestra cojera a cuestas
Con nuestra tristeza en andar
Tú por tus calles oscuras
Yo, por mis calles calladas
Tú, la pedrada en el cuerpo
Yo, la pedrada en el alma!”.

“Y cuando mueras amigo,
Yo te enterrare
Bajo un letrero que dice:
Aquí yace
Un amigo de la infancia
Y en el cielo de los perros
San Roque te regalará
Una muleta de plata.”

Compañeros si los hay!
Amigos… donde los haya!
Mi perro y yo por la vida
Pan pobre! Rica compaña!

Era joven y era viejo
El tiempo pasado lo dejo
Medio sin alma
Fueron muchas penas
Mucho peso
Para sus tres patas.

Y una mañana en el huerto
Debajo de la ventana
Lo entontré tendido, frió
Como un duro musgo el pelo
Con el rocio brillaba
Ya estaba mi pobre perro
Muerto de las cuatro patas.

Hacia el cielo de los perros
Se fue anda que te anda,
Con las orjeas de relance
Y el hociquito de escarcha.

Al llegar
San Roque en la puerta estaba
¡Ortopedico de mimos!
¡Cirujano de palabras!
Bien surtido de respuestos
Para curar viejas taras.

Para ti! Un rabo de oro
Para tí! Un ojo de ambar
Tú! Tus orejas de nieve
Tú! Tu hociquito de escarcha
Y tú!… y mi perro se reía
Tú!.. tu muleta de plata.

Ahora ya se porque
Está la noche agujereada
¿Estrellas? ¿Luceros?
!No!
Es mi perro que cuando anda
Con la muleta va haciendo
Agujeritos de plata

Manuel Benítez Carrasco
Granada, 1922 — Granada, 1999